miércoles, 8 de diciembre de 2010

CONTROLADORES

Hoy me llegó un correo que hace reflexionar sobre la problemática de los controladores aéreos.
Después de alguna discusión intentando defenderles, aqui me ha llegado algo que ha escrito un periodista y que resume muy bien la situación. Es largo pero merece la pena leerlo.

¿Sabíais que el aeropuerto de Londres-Stansted es el más moderno de los cinco aeropuertos de Londres? ¿Sabíais que la terminal fue diseñada por Norman Foster; que es una estructura oblonga de cristal con techo flotante en forma de pirámides invertidas que proporciona una cantidad insólita de luz natural al interior, y que además da la impresión de ser un cisne levantando el vuelo?

¿LO SABÍAIS?
Yo tampoco. Pero ahora sí lo sé, porque llevo más horas metido en esa terminal de las que he pasado metido dentro de una mujer en todo lo que va de año.
Y me ha dado tiempo de documentarme sobre unas cuantas cosas más, aparte de sobre la construcción de este aeropuerto, que como bien dice el maestro Yuri, bien podría llamarse Cambridge-Sur, porque está bastante más cerca de Cambridge que de Londres. Razón por la cual no he aprovechado el tiempo perdido para darme una vueltecita por la National Gallery.
En lugar de eso, me he agenciado un enchufe, y he estado diecisiete horas pegado a la pantalla del ordenador. He escrito medio capítulo de una serie, me he visto una película que no conocía y que el amigo Roberto Goñi me recomendó encarecidamente, Sweet Smell of Success; me he comprado en Amazon On Film Making, el libro que escribió su director, Alexander Mackendrick; he perdido el tiempo con Facebook, Twitter, etcétera… y he indagado un poco sobre la postura de los controladores aéreos.

Hace unas horas estaba muy cabreado con los controladores aéreos. Mucho. Luego recordé que, en una huelga, la razón siempre la tienen los huelguistas. Y es que no sé ustedes, pero yo todavía no conozco a nadie absolutamente que decida ir a la huelga (o ya puestos, a la cárcel) sin tener un buen motivo para ello.
Y entonces decidí hacer un ejercicio imprescindible, fundamental para un guionista: ponerse en el lugar de todos los personajes. Para un espectador, en las películas hay buenos y malos. Para un guionista, no. Para un guionista hay gente con posturas encontrados, con motivaciones irreconciliables. Gente en conflicto. Pero un buen guionista no toma partido. Un buen guionista trata de entender y hacer entender los motivos de cada persona por hacer lo que hace. Creo que ahora, después de indagar la postura de los controladores, he conseguido entender sus motivos. Y los del Gobierno. Voy a ver si consigo hacérselos entender a los lectores, al menos tal y como yo los veo.

Lo cierto es que sigo muy cabreado con los controladores aéreos. POR NO HABER CONTRATADO A UN GUIONISTA que les hiciera un buen documental.
Porque realmente merece un documental, el asunto. Que en España, en el año 2010, haya empleados públicos trabajando 28 días al mes; sin permisos de maternidad; con cambios de turno arbitrarios y sorpresivos; haciendo más horas extra de las que permite la ley; teniendo que trabajar 1670 horas al año independientemente del tiempo que estén de baja (¿qué pasa si te operan de algo chungo y estás tres meses en cama? ¿Luego NO SALES DEL CURRO EN NUEVE MESES?)… Todo eso es para hacer un documental. Pero si además resulta que esos empleados son los que, básicamente, manejan las vidas de cientos de miles de personas cada día… Eso es para echarse a temblar.
Si esto fuera una película, y lamentablemente no lo es, estaría clarísimo quién es el malo: el Gordon Gekko de turno que tiene todas las papeletas para quedarse con AENA cuando el Gobierno la privatice. Ése es el que estaría tirando de los hilos -si esto fuera una película, quiero decir- para que Fomento y Presidencia hicieran algo tan increíblemente bestia como decretar el estado de alarma por primera vez en la historia de la democracia española.

Si esto fuera una película, la decisión de Blanco y Rubalcaba de aprobar precisamente el viernes que empieza el puente un decreto en el que, básicamente, se cagan en los derechos laborales de los controladores, sería una pura y simple provocación, una estrategia calculada para provocar este caos. Una jugada que les permita aparecer ante la opinión pública como unos salvapatrias que no paran mientes en llamar al Ejército para salvar la situación.

¿Saben a qué me recuerda esto? No a una película, sino a un episodio real de la historia de la democracia española: la elección de Jesús Gil como alcalde de Marbella. ¿Recuerdan lo que hizo ese tipo la noche en que salió elegido? Se fue a dar una vuelta por la zonas de copas y se puso a insultar a la gente: que si chorizos, que si gentuza, que si escoria, que si voy a limpiar esta ciudad… Naturalmente, se montó un altercado. La gente le tiró de todo, le escupió… Tuvo que salir de allí escoltado por la policía.
¿Qué dijo Jesús Gil antes de montar en el coche? “Acabo de demostrar que sois unos alborotadores, y que hay que limpiar esta ciudad”. Que es exactamente lo que hizo.
Si esto fuera una película, que no lo es, alguien en Moncloa habría puesto ese episodio como ejemplo de la estrategia a seguir con los controladores. Y a Zapatero le habría encantado.

Mucha gente está recalcando la mala leche de los controladores al elegir precisamente el viernes que empieza el puente para montar este embolado. Y nadie quiere darse cuenta de que HA SIDO EL GOBIERNO QUIEN HA EMPEZADO, aprobando precisamente el viernes que empieza el puente un decreto alucinante, que pasará a la historia de la indignidad política y que será materia de estudio sobre legalidad laboral.

Si esto fuera una película, habría un final feliz sacado de la manga. Pero no lo va a haber. El final va a ser el mismo que el de la crisis de los controladores de Reagan: despidos masivos, vidas destrozadas, y privatización al canto. La opinión pública, borrega y estúpida como siempre, se olvidará del asunto, aliviada porque nadie le va a volver a joder las vacaciones. Los medios de comunicación, comprados y domesticados como Dios manda, mirarán para otro lado. Dentro de cinco o seis años, cuando el asunto llegue al Constitucional -y llegará- se demostrará que los decretos de ayer eran ilegales, pero para entonces ya dará igual.

Y sólo será dentro de un par de décadas cuando la gente comprenda lo que está pasando aquí: que el Gobierno de Zapatero ha decidido tunear las leyes, despreciar los derechos laborales, y hundir la vida de 2.000 trabajadores cualificados, con dos objetivos: primero, legitimar ante la opinión pública la privatización de AENA y el desmantelamiento salvaje de un colectivo que no ha querido pasar por el aro; y segundo, no reconocer que llevan años con una estrategia equivocada, cruel y, por cierto, carísima.
Porque pensemos una cosa: ¿Cuánto habría costado hacer las cosas bien? El único problema aquí es que hay pocos controladores. Repitan conmigo: HAY POCOS CONTROLADORES. El tráfico aéreo de España ha crecido una barbaridad en los últimos años. AENA ha reaccionado reduciendo a una cuarta parte el número de controladores nuevos incorporados. Resultado: HAY POCOS CONTROLADORES. Para poder mantener el tráfico aéreo, se les ponen un mogollón de horas extra. Los tipos no quieren hacer tantas horas extra, entre otras cosas porque su profesión implica una responsabilidad bestial, y un nivel de estrés incomparable. Así que presionan para cobrar esas horas extra a precio de oro.
En este punto, cualquier empresario o político con dos dedos de frente, habría decidido formar a más controladores. Pero ¿qué hace el Gobierno de Zapatero? Les sube el precio de las horas extra hasta niveles astronómicos… y luego agarra las cifras y se va a la prensa a decir: “mirad la barbaridad que cobran, estos señoritos”. ¿Se puede ser más demagogo? ¡Si cobran eso, es porque el Gobierno se lo ha dado! Repitan conmigo: HAY POCOS CONTROLADORES.

Entre las leyendas urbanas que el Gobierno ha hecho circula con la inestimable ayuda de sus medios de comunicación títeres, está no sólo los supuestos sueldos astronómicos de los controladores, sino también un pretendido poder para impedir que se abran más plazas de controladores. ¡Y la gente se lo cree! Pero ¿qué clase de hipnosis colectiva hay con este asunto? ¿En serio creen que existe un colectivo de empleados públicos que puede IMPEDIR QUE CONTRATE A MÁS EMPLEADOS PÚBLICOS? ¿Y con qué objetivo? Todas las reclamaciones de los controladores en los últimos años son sobre sus condiciones laborales: quieren trabajar en turnos razonables, quieren poder planificar sus vacaciones como todo el mundo, y quieren trabajar un número de horas razonables, tipo… no sé, 40 a la semana. ¿Cómo se consigue eso? Pues contratando a más controladores, claro. Porque, no sé si lo he dicho ya, pero HAY POCOS CONTROLADORES.
¿En qué cabeza cabe que estos tipos estén impidiendo lo que, a todas luces, es la única solución a su problema?

Si AENA no forma a más controladores, es porque AENA no quiere. En fin, si Fomento puede colocar a coroneles a dirigir el tráfico aéreo, algo me dice que también podrá convocar plazas de controlador. Claro que… si en la agenda oculta del Gobierno estuviera la privatización de AENA… Caramba, ¿no tendría mucha lógica que antes tratase de limitar lo más posible el número de plazas públicas en el sector?
Llevo 24 horas largas en este aeropuerto. Estoy cansado, ojeroso y contracturado. Pero cuando me monte por fin en un avión, quiero pensar que la persona que le da pista no es un tipo alienado, amenazado, insultado en la televisión y sometido a disciplina militar. Quiero que sea un tipo cualificado, bien pagado, bien dormido y orgulloso de su trabajo.
Por cierto, creo que todo lo que he dicho sobre los controladores se podría aplicar, en un 90%, a la problemática de la Guardia Civil.

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